El primer hombre, Adán, vivió cientos de años; sin embargo, envejeció y terminó muriendo. Desde entonces, la gente ha probado mil maneras de detener dicho proceso, pero nadie lo ha conseguido. ¿Por qué? Por el pecado. Adán murió debido a que pecó contra Dios al desobedecerlo, y como nosotros heredamos el pecado, nos sucede lo mismo. (Lea Génesis 5:5 y Romanos 5:12.)

Para vivir eternamente, necesitamos que alguien pague un rescate por nosotros (Job 33:24, 25). Un rescate es el precio que se paga para liberar a un cautivo; en nuestro caso, para liberarnos de la muerte (Éxodo 21:29, 30). Jesús pagó ese rescate al dar su vida por nosotros. (Lea Juan 3:16.)

No todo el mundo será liberado de la enfermedad y la muerte. Las personas que desobedecen a Dios, tal como Adán hizo, perderán la vida. Solo quienes reciban el perdón de sus pecados vivirán para siempre. (Lea Isaías 33:24 y 35:3-6.)

Para ser perdonados, debemos actuar. Debemos aprender de Dios estudiando su Palabra. La Biblia nos ayuda a vivir una mejor vida, a conseguir la aprobación de Dios y a alcanzar la vida eterna. (Lea Juan 17:3 y Hechos 3:19.)